jueves, 19 de noviembre de 2009

EL ERMITAÑO Y EL DIABLILLO





Este es el primer tema de filosofía marcial que se publica de varias entradas, sigan el blog y agradesco sus comentarios.


EL ERMITAÑO Y EL DIABLILLO
  
"En una remota y boscosa montaña del norte de china vivía hace muchos siglos un ermitaño ejemplar. Se llamaba Tsí Tsien y era un ex monje de Shaolin que había abandonado el monasterio debido al ambiente de corrupción y de relajación que en él se respiraba"

















En su nueva existencia ermitaña de retiro y contemplación el comportamiento de Tsí era ejemplar, absolutamente intachable: dedicaba la mayor parte del día a meditar y a purificar su cuerpo y mente. Vestía austeros ropajes, tan solo se alimentaba de vegetales cocidos y de frutas silvestres, leía escritos búdicos y en cuanto se presentaba la ocasión ayudaba a los campesinos de una aldea cercana que eran leñadores.

Tal era la integridad y santidad de Tsí que un pequeño diablillo que rondaba los alrededores jamás había logrado que el joven cometiera pecado alguno. Por lo que desesperado por no lograr hacer que el joven sucumbiera a las tentaciones, decidió ir a visitar a Buda para negociar una salida a su humillante situación, puesto que sus ardides eran muy efectivos con todos exceptuando a Tsí. Buda escuchó con atención las quejas del espíritu diabólico con una sonrisa. -. Oblígale a pecar una vez, una sola vez, ¡no creo que sea demasiado pedir¡
gritaba el diabólico espíritu con tono lastimero. El Buda meditó la peculiar demanda y respondió con serenidad:
"Tsí Tsien es un monje ejemplar y virtuoso donde los haya, tiene más que asegurado el nirvana(iluminación) El hecho de que cometa un pecado no va a cambiar esto, pues su trayectoria es luminosa como una estrella. Así que te concedo el favor que me pides: Tsí pecará una vez…" El diablillo, contento, regresó al bosque y se encaminó hacía la cueva del pío ermitaño para tentarle. Éste le estaba esperando pues mediante su meditación vespertina había recibido el mensaje de Buda. Después de ofrecer al espíritu una humeante taza de té le preguntó con cierto temor y recelo: "¿Qué pecado he de cometer?". El diablillo, entre risillas y bizqueo, respondió: "Para que no te quejes te dejo elegir libremente uno de los tres siguientes pecados: Emborracharte, deshonrar a la mujer de un vecino, o asesinar a un hombre." Horrorizado, el beato eligió con gran pena y resignación el menor de los tres pecados: emborracharse. Con un cloqueo de satisfacción el espíritu sacó de su manto una botella de aguardiente de bayas silvestres y comenzó a servirlo copiosamente al alicaído ermitaño, que entre suspiro y suspiro pegaba un largo trago al fortísimo brebaje. Los ojillos del eremita comenzaron a brillar de forma inusual a medida que el alcohol pasaba por su garganta; su nariz enrojecía, y el pulso comenzó a temblarle. Pronto se dibujó una amplia y etílica sonrisa en su endurecido rostro, y comenzó a recordar alegres y pícaras historias que había oído en su adolescencia. Ni corto ni perezoso empezó a contarlas en voz alta entre las risotadas del diablillo.

En aquel instante se asomo a la cueva una joven y hermosa mujer que era la esposa de un leñador vecino, traía al ermitaño un poco de leña. Tsí con las manos más ligeras que de costumbre, agradeció calurosamente a la joven su regalo. Primero con un beso en la mejilla, luego con un abrazo y, considerando sin duda esto insuficiente, llevándola a su lecho la desnudo en un abrir y cerrar de ojos, abusando de ella. El diablillo se retorcía de risa, de alegría, entre palmoteos y babeos, mientras el ebrio erimita yacía con la hermosa campesina. En esto apareció el marido que preocupado por su tardanza, había subido a buscarla. Tal fue su ira y consternación cuando vio a su mujer acostada con Tsí que agarró un palo para dar una soberna paliza a ambos. Pero el desatado ermitaño se defendió clavándole un cuchillo con tal acierto que el leñador murió en el acto. Habiendo elegido el "menor" de los pecados el desdichado eremita Tsí Tsien cometió los tres y perdió el nirvana.



El alcohol cambia tanto a las personas, que dicen y hacen cosas que en un estado normal de sobriedad nunca harían. Un hombre embriagado no controla sus actos ni sus palabras; una pequeña falta, un pecadillo, puede llegar a convertirse en el eslabón primario de una larga cadena de malas acciones. El diablillo lo sabía y con astucia había logrado engañar al ermitaño.


En nuestro entorno abundan los diablillos que nos quieren apartar del sendero del DO (Camino, Vía, forma de vida), muchas veces disfrazados de "amigos", que nos incitan a realizar actos no propios de un Artista Marcial, o de una persona realmente responsable de nuestros actos, como el emborracharse, drogarse, delinquir, abusar de los demás, etc. Recordemos que en la vida no existe la casualidad sino la causalidad, a toda acción una causa y un efecto. Seamos pues rectos en el proceder, prudentes en el hablar, y prestos a confortar, hagamos de la meditación un habito para mantener nuestra mente, nuestro pensamiento libre de negatividad. ¡Seamos positivos! ¡Tenemos que ser hombres Tao (Do)!

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